Semblanza Doctor Marcano (enero 15, 2019)

Juan Raúl Sepúlveda Pimentel
Semblanza de un estudiante del Instituto Politécnico Loyola (IPL)

Eugenio de Jesús Marcano Fondeur, para sus íntimos, “Geno”. Nació el 27 de Septiembre del 1923 en Licey al Medio, Tamboril (el “Licey de Los Marcanos”), provincia Santiago. Partió en el tren en donde sólo se montan los Grandes del Saber, un 18 de Septiembre del 2003, a sus 79. Al hablar de este prominente personaje, aunque no puedo deslindar al científico del ser humano, prefiero comenzar hablando de esta última condición, pues habiendo tenido la maravillosa oportunidad de tratarle como alumno, pude observarle cercanamente, percibiendo y sintiendo el magnetismo que ejercía su persona sobre los demás, pues nos hacía vivir una sensación de proximidad emocional; aquella que experimenta el hijo frente a su padre, más que la de un alumno, no ante un profesor, sino delante de un eminente científico de renombre continental.

Nunca reflejó, más le rehuyó, a esa imagen de grandeza que por mérito le correspondía, y que suelen proyectar los hombres de sus excepcionales condiciones. Su hablar llano; sus ademanes suaves y su caminar pausado sintonizaban con la sencillez, la naturalidad y la sobriedad de su vida misma.

En sus cátedras, como en sus ensayos, libros, y conferencias, muy a pesar de la profundidad de la materia que tratare, era increíble y agradablemente capaz de transmitir sus conocimientos en un lenguaje llano, entendible, casi coloquial, sin caer en los tecnicismos lingüísticos casi infaltable en los ámbitos de la ciencia. Era su estilo y esa simplicidad normó su vida.

Creo preciso destacar como nota muy humana, pero de interés, como todo lo que rodea a personalidades de su nivel, que, tal vez porque traía en sus venas un origen francés, con el consabido glamour que se atribuye a este fascinante país, por parte de su madre, Doña Clemencia Bienvenida Fondeur, nieta del francés, Eugène Fondeur, en lo que nunca transijió, lo que posteriormente comentaban alumnos fue motivo de émulo para ellos, fué en su impecable y circunspecta forma de vestir, caracterizada, por pantalones de casimir de colores sobrios, camisa de seda impecablemente blanca, retocada con delicadas corbatas elegantemente reñidas a su cuello; espejuelos traslúcidos, zapatos negros lustrosos y un infaltable juego de llaves que colgaba a su cinto e introducía indistintamente en el bolsillo izquierdo o derecho de sus pantalones bien planchados.

A sus 24 años contrajo matrimonio con Doña Consuelo Martínez, quien pasaría a ser su inseparable compañera y apoyo fundamental en su fructífera existencia, junto a los cinco hijos que procrearon. Entre ellos se encuentran José Eugenio, el mayor de todos, quién además de haber sido, también, un acusioso investigador, apasionado de las Ciencias Naturales, se desempeñó como meritorio profesor de diversos Centros técnicos y universitarios. Y Eugenio de Jesús, el más jóven de la prole, sobresaliente egresado de la Promoción ’81 del Instituto Politécnico Loyola, quién, corriéndole por sus venas la vocación magisterial de su progenitor, como Profesor de profesores, dedica su vida hoy en día a la enseñanza universitaria en los Estados Unidos (Mount Holyoke College).

Botánico, entomólogo, herpetólogo, espeleólogo; investigador que incursionó en malacología, geología, toxicología botánica, paleontología, eminente investigador en el área de la apicultura, etc. Sus virtudes como autodidacta, perseverancia y portentosa aptitud de observación, lo sitúan como uno de los Investigadores de más destacada contribución a las Ciencias Naturales del País.

Hizo de la docencia una pasión, formando generaciones de profesionales. Y de la investigación una filosofía de vida, plasmando sus resultados en conferencias, ensayos, publicaciones de carácter cientíco, libros y en cátedras en las aulas de los Institutos y Universidades más prestigiosas del país.

En marzo de 1955 fué nombrado profesor de Botánica y Entomología en el Instituto Politécnico Loyola. En 1958 descubrió, junto a dos prominentes investigadores del Instituto Smithsonian de Washington, DC., la primera especie zoológica que lleva su nombre, el Antilogale marcanoi, más tarde llamado, Solenodon marcanoi, durante un reconocimiento que hacían de las cuevas de República Dominicana, como consagrados espeleólogos.

Conformó, junto al Padre Julio Cicero, un dúo con un estrecho compromiso con la investigacion, capacitación y formación de varias generaciones de técnicos y destacados profesionales en las más diversas áreas de las Ciencias Naturales.

El 8 de Febrero de 1975, la UASD, le concedió el título de Doctor Honoris Causa.

Habiendo tenido el indescriptible privilegio de haber podido compartir , junto a ustedes, con este gigante, cuyo inmarcesible nombre yacerá inscrito en letras doradas en los anales de las Ciencias Naturales, por los siglos venideros, y por haber abrevado físicamente en esta colosal e inagotable fuente del Saber, me he sentido motivado a recordarle, como muestra de gratitud a su generoso ejemplo de desprendimiento, entrega, servicio, humildad y bondad, con estas sencillas pero sentidas décimas,que resumen apretadamente mis gratos recuerdos de los años que disfruté del magnetismo y grandeza de su persona.

¡LOOR AL ETERNO PROFESOR MARCANO!


A MI PROFESOR MARCANO
por Juan Raúl Sepúlveda Pimentel

Aquel gigante de la Ciencia
con nívea camisa de seda
nos dejaba una estela
de su impoluta presencia.
Con impecable vestimenta
y traslúcidos espejuelos
de imperceptibles destellos
que enmarcaban sin rigor
una mirada de amor,
fresca como un arroyuelo.

Gloria del conocimiento
rehuyó siempre al brillo.
De la Ciencia, con sigilo,
fundó sólido cimiento.
Nos alimentan los textos
que resumen sus hazañas
logradas con tantas ganas,
recorriendo palmo a palmo,
en su vida sin desgano,
ríos, valles y montañas.

Su nombre hoy se registra
en las cumbres del saber,
donde suelen ascender
una reducida lista.
Allí llegaste sin prisa
fruto de la tenacidad
del que busca la verdad
y lo bello en lo ignoto,
para con amor y gozo,
legarlo a la posteridad.

Partiste como viviste,
con humildad y sencillez,
ejemplo que a su vez
a cada alumno impartiste.
A todos nos instruiste,
tras tus noches de desvelos,
que no logras tus anhelos
si no sientes la pasión
y trabajas con amor
por lo que han sido tus sueños.

El alcance de tu herencia
a todos nos ha tocado;
y los que no han llegado
abrevarán en tu Ciencia.
Ya no tendrán la presencia,
ni tu imagen paternal ,
la que pudimos disfrutar
en esos años valiosos,
y que hoy con alborozo
he querido recordar.

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