Semblanza al profesor Eugenio de Jesús Marcano Fondeur

Por Domingo Antonio Rodríguez

En la hermosa comarca tamborileña de Licey al medio, bajo la fronda esplendorosa de los cafetales, el canto de la cigua palmera y el verde prodigioso de la campiña cibaeña, nace a la vida, como un regalo de nuestro terruño, para el mundo de la ciencia y el saber, un niño, rodeado de un aura celestial, que presagiaba el futuro de un hombre con dotes excepcionales.

Las riberas del majestuoso Río Licey, fueron testigos de ese acontecimiento, en que abre con firmeza sus ojos por vez primera, Eugenio de Jesús Marcano Fondeur, aquel 27 de septiembre de 1923.

Sus primeros años de correrías infantiles, de reconocimiento de su realidad campestre, de su admiración por la belleza del entorno y de su atención por cada una de las riquezas naturales que iba conociendo, constituyeron su fuente de aprendizaje y de inspiración para abrazar con efusión, lo que sería siempre su norte y motivo existencial: el estudio profundo y particular de la biodiversidad dominicana.

Maestro normal de primera enseñanza, un título académico que alcanza como un premio al esfuerzo, de citas escolares mañaneras, no sin antes, enfrentarse a caminos tortuosos, muchas veces, bajo el manto de la incesante lluvia que bañaba su rostro, que no lograba borrar su sonrisa de esperanza.

La Escuela Normal Emilio Prud Homme, fue el escenario donde con entusiasmo inició su vida de maestro de botánica. La Academia Comercial Santiago, en ese entonces, pudo conocer aquel profesor que ponía su alma en cada lección y que enseñaba como un evangelio vivo, lo que su corazón le dictaba.

Mientras tanto: Eugenio de Jesús Marcano Fondeur, se adentraba en el mundo de los misterios de la naturaleza, con particular interés y el sólo propósito de descubrir en sus entrañas, la profundidad de su sapiencia.

La Universidad Autónoma de Santo Domingo, primada de América, le recibe en sus brazos, entregándole la responsabilidad de ser Curador de su Herbario y de la cátedra de botánica, marcando el principio de una relación que se inició el 5 de Marzo de 1955·, permaneciendo hasta el día de hoy, recibiendo de esta alta academia, el Doctorado Honoris Causa, del estudio de las ciencias biológicas, la más alta distinción que ésta otorga a personas de su estatura y prestigio, labrado en la entrega y la vocación de servicio. En esa misma fecha, recibe la grata noticia de ser nombrado profesor de Botánica y Entomología del Instituto Politécnico Loyola de San Cristóbal.

Sus continuos viajes y excursiones por toda la geografía dominicana, le han permitido conocer a profundidad, nuestra realidad, nuestra gente y el hermoso legado que con orgullo exhibimos. Sus sueños dorados en el Pico Duarte y la Pelona, su admiración por el espectáculo sin igual del valle de Bao, sus reflexiones en lo grandioso del bosque primario de la Sierra de Neyba, en el dromedario dormido del Morro de Monte Cristy, en los pinos ocurrentes de la Sierra del Bahoruco y en la hermosa timidez del Peñón de Tamboril, se han transformado en una extraordinaria dotación científica, de nuevos hallazgos de especies florísticas y faunísticas, que guardadas celosamente en las entrañas de nuestros ecosistemas, fueron descubiertas y puestas al servicio del hombre, por este peregrino incansable de los espacios y del tiempo.

El insectívoro fósil Antilogale marcanoi, el Molusco Terrestre Proserpina marcanoi, el Coleóptero Diabrotica marcanoi; el Lagarto Anolis marcanoi, el Cactus Pereskia marcanoi, el alacrán Centruroides marcanoi y la Araña Selenops marcanoi, constituyen una muestra de las decenas de especies nuevas para la ciencia, que con la rigidez del latín, llevan su nombre y han entrado al catálogo mundial de las ciencias naturales, fruto del esfuerzo y dedicación de este hombre sin par.

Libros y folletos impresos, con un rosario de títulos, donde se destacan, entre otros, Plantas Venenosas de la República Dominicana, Decálogo para la Conservación de la Naturaleza en la República Dominicana, Manual de Botánica General y Sistemática, Apuntes para el estudio de los insectos dañinos a nuestra agricultura, El Conglomerado Bulla, La Formación Cercado y la Formación Isabela en el Pleistoceno Temprano.

Este material científico, unido al gran número de especímenes de plantas y animales colectados, convierten al profesor Marcano, en uno de los investigadores dominicanos más prolíficos de todos los tiempos.

El Gobierno Dominicano, en atención a sus méritos, otorgó a este hombre de ciencia, la condecoración de la orden de Duarte, Sánchez y Mella. Al mismo tiempo, recibía un doctorado Honoris Causa de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra.

Reconocido como Hijo Distinguido y Meritísimo de Santo Domingo y de Tamboril, su pueblo natal, Protector de la Naturaleza del Instituto de Bioconservación, Miembro de honor de la Sociedad Ecológica del Cibao y de la Academia de Ciencias de la República Dominicana y Magister Populi de la Universidad Tecnológica de Santiago. ·

Fueron bautizados con su nombre una calle del Campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, una plazoleta del Barrio Buenos Aires de Santo Domingo, una escuela de educación secundaria del municipio de Tamboril y un Parque Nacional de la República Dominicana.

Estos son apenas, un resumen de los más de un centenar de honores que ha recibido en su fecunda vida, este prominente cientista.

Botánico, Entomólogo, Espeleólogo, Geólogo, Biólogo y otras áreas del conocimiento, definen la claridad de su misión y la transparencia visionaria de la síntesis de su vida.

Con él, aprendimos a admirar y querer a Erick Leonard Ekman, a apreciar a José de Jesús Jiménez y a respaldar a los que hoy reciben la espada, para defender con denuedo y disposición nuestra inestimable herencia natural.

Conocerle, tener el privilegio de ser su discípulo y escuchar de sus labios, en el fragor de las aulas, cada palabra de sabiduría y enseñanzas, han constituido para nosotros el mejor premio, a nuestra lucha en miles de batallas, para alcanzar el supremo ideal de la conciliación armónica del hombre con su ambiente

En la Ceiba Centenaria de Monte Adentro, en el exuberante Samán del Bejarán y en el Peñón que se yergue majestuoso en nuestro paisaje cotidiano, estará por siempre su imagen, su entrega y nuestra firme promesa de seguir su ejemplo.

Domingo, 10 de diciembre de 2000


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