La expedición Santo Domingo
Adaptado de: Lois Arnold (2009), The Education and Career of Carlotta J. Maury: Part 1., Earth Sciences History 28.2 (2009): 219-244 https://doi.org/10.17704/eshi.28.2.343vu112512w8170
Preparaciones preliminares
A finales del año académico de 1915, Carlotta había dejado Huguenot College y regresado a Hastings. Esa partida marcó el fin de las aspiraciones que pudo haber tenido en la docencia universitaria. Con el apoyo de Harris, había solicitado un Fellowship (beca de investigación) Sarah Berliner1 en Cornell para trabajo de investigación en 1916. La beca le permitiría a Carlotta organizar su propia expedición a Santo Domingo en el Caribe.
A Carlotta le encantó saber que había recibido la beca Berliner a principios de 1916. Una de las primeras cosas que hizo fue escribir a Henry Fairfield Osborn del Museo de Historia Natural para informarle de la beca y preguntarle si conocía a alguien en Santo Domingo, quien le aconsejaría sobre las formas y los medios de recolectar los fósiles “ya que puede ser difícil moverse, especialmente para una mujer”. Osborn estaba interesado en su expedición, pero lamentó decir que no conocía a nadie a quien pudiera presentarle. Sin embargo, resultó que no solo consiguió que un asociado del Museo Americano (Karl Patterson Schmidt) la acompañara, sino que también ordenó a Chester Reeds, curador asistente de paleontología de invertebrados, que le prestara una colección de fósiles sin nombres de Santo Domingo del Museo. Esos fósiles le dieron una localidad adicional para la correlación estratigráfica que ella iba a hacer. Carlotta también le escribió a Edward Nolan en la Academia de Ciencias Naturales para hacerle saber que esperaba estar en Filadelfia más tarde ese mes para estudiar los fósiles de Santo Domingo en la Academia y esperaba verlo nuevamente. Los fósiles habían sido recolectados por William Gabb (1839-1878) en 1869-1872 como parte de un estudio de la isla y habían sido donados a la Academia después de su muerte. Así, la beca Berliner permitió reanudar el trabajo paleontológico en Santo Domingo después de un intervalo de más de cuarenta años.
Mientras Maury estaba ultimando los planes para la expedición a Santo Domingo. Harris había hecho arreglos para fondos de asistencia financiera adicional donado a Cornell por Arthur Veatch. Esto hizo posible contratar a otro asistente para llevar a cabo las operaciones de campo además de Karl Paterson Schmidt del Museo Americano: Axel Olsson, un Instructor en Cornell. Sus dos asociados habían sido entrenados en el trabajo de campo por Harris, habiendo pasado los veranos explorando y recolectando en formaciones terciarias en estados sureños de los Estados Unidos, algo similares a los que se explorarán en Santo Domingo.
El objetivo de la expedición era hacer cuidadosas colecciones zonales de fósiles en varias secciones y correlacionar las secciones entre sí. Esperaba que con esas determinaciones “se arrojará luz muy necesaria sobre la secuencia general de formaciones terciarias en el hemisferio occidental” (Maury, C. J. 1917b, págs. 1-3). Una de las principales preocupaciones de Carlotta mientras se realizaban los preparativos finales era la seguridad del grupo en el campo. El país se encontraba en medio de una agitación política y, según informes, algunos habitantes locales se mostraban hostiles. Había aprendido a disparar revólver y empacó uno junto con los demás suministros como precaución antes de abordar el barco. También empacó un blumen especial que la paleontóloga Winifred Goldring (1888-1971) diseñó para que lo usaran las trabajadoras de campo (Allison, 1998).
Encontrar fósiles y revolucionarios
Después de un día de estudio preliminar en la isla, el grupo de la expedición se embarcó en la costa de Montecristi el 9 de mayo de 1916. Debido a que los rebeldes tomaron un gran tramo de la carretera principal a Santiago, se dirigieron al sur, cruzaron el río Yaque del Norte en ferry y llegaron a un lugar llamado Macabon. La Figura al tope de la página muestra el mapa esquemático de Carlotta de la salida y el regreso de la expedición. Las fuertes lluvias en Macabón causaron un retraso de veinticuatro horas. Luego pasaron un día y medio estudiando las barrancas del río en Sabaneta, pero aparentemente no tenían fósiles. Entonces se realizó una búsqueda para encontrar Rompino, una de las localidades donde un explorador temprano había recolectado fósiles en 1849 y 1850, antes de la época de las exploraciones de Gabb. Esto resultó ser difícil, pero la forma en que encontraron moldes del fósil Spondylus americanus, que resultó ser un buen fósil en el trabajo estratigráfico. También se encontraron moldes de Arca, Venus y corales. Sin embargo, para la noche el grupo estaba perdido y todavía no había encontrado a Rompino. Tuvieron que detenerse por la noche y terminaron durmiendo en un gallinero, del cual su anfitrión sacó, gentilmente, su gallo. Dormían en hamacas, pero estaban preocupados por sus caballos por temor a que pudieran robárselos en la noche. Sin embargo, lo peor estaba por llegar porque el grupo se encontró con rebeldes de la revolución que existía en el país, al pasar por Cerro Gordo. Los rebeldes discutieron sobre si comenzarían a matar a los estadounidenses en ese mismo momento (Maury 1917, págs. 4-5), pero una buena charla de Carlotta, en español, los persuadió de dejarlos que sigan adelante.
Habiendo localizado una choza abandonada cerca del río Rompino, que su guía decía que era el verdadero Rompino, pero no encontraron nada. El grupo continuó hacia el río Gurabo. Allí encontraron impresionantes barrancas de arcilla azul, que eran las “arcillas azules” de Gabb. Esos lechos contenían gasterópodos maravillosamente conservados y pelecípodos más frágiles, entre ellos Spondylus. Pasaron tres días y medio recolectando en el lado este del río. Desde allí prosiguieron más al este hasta el río Mao, una de las localidades reportadas por Heneken2, que les dio una cantidad de fósiles. Pasaron seis días en el pueblo del Cercado. Se hicieron grandes colecciones de fósiles de las barrancas arriba y abajo del poblado. Lo más al este que el grupo llegó después de eso fue Hato Viejo y Portrero en el río Ámina. La situación se estaba volviendo cada día más y más peligrosa, especialmente acercándose a Santiago, donde el líder de la revolución , Desiderio Arias, estaba atrincherado. Por lo tanto, decidieron que lo mejor era regresar a Montecristi para sacar los fósiles del interior al puerto de manera segura, para poder obtener suministros frescos e intentar nuevamente llegar a Santiago.
El viaje de regreso fue vía Caimito en el río Cana, donde se recolectaron algunos hermosos fósiles. Más adelante encontraron varios afloramientos fosilíferos que pensaron eran del Pleistoceno, tal vez equivalentes a los afloramientos que Gabb había encontrado en el camino hacia Guayubín. Sin embargo, era imposible detenerse y recolectar allí debido a la hora avanzada, la lluvia y el cansancio de los caballos. No le quedó más remedio que seguir hasta Montecristi. Tan pronto llegaron allá porque el partido revolucionario había comenzado a disparar. Los estadounidenses tuvieron que refugiarse durante cuatro días en el barco estadounidense Panther. Carlotta explica las circunstancias de la salida reacia de la expedición de Santo Domingo:
Las condiciones en el interior eran tales que nos aconsejaron con más urgencia que abandonáramos los intentos para llegar a Santiago, ya que Desiderio estaba atrincherado allí, y geologizar en los bosques solitarios seguramente resultaría en que nos dispararan y nunca más se supiera de nosotros … Así que con gran pena nos vimos obligados a abandonar el tramo de Santiago y el estudio de las arcillas azules del yaqui y el Nivaje, pero confiamos en que podamos lograrlo en el futuro (Maury 1917, p.10)
NOTAS:
- Esta beca post-doctoral había sido establecida por la sicóloga Christine Ladd-Franklin (1847-1930), una fuerte apoyadora del avance de mujeres científicas.
- En un artículo posterior sobre sus descubrimientos en la Rep. Dom., Maury discute algunas colecciones hechas por el coronel T.S. Heneken de la armada británica cuando estuvo estacionado en el fuerte de Montecristi. El se había interesado en conchas fósiles en el valle del Yaque y envió las muestras a la Sociedad Geológia de Londres. Ver Maury, C. J. 1918. Santo Domingan paleontological explorations. Journal of Geology 26: 224—228.
TR ejm