Mi querido profesor Marcano

Por Ángela Guerrero

Publicado en OJALÁ Medioambiente
Sábado, 26 de Septiembre de 2020

(Enlace muerto: http://ojala.do/medioambiente/contenido/mi-querido-profesor-marcano)


El 27 de septiembre es el Día del Biólogo en la República Dominicana. Se instituyó así en honor y recordación del natalicio del más grande naturalista que ha dado nuestra patria: Eugenio de Jesús Marcano Fondeur.

Saludamos desde Ojalá la semblanza del profesor Marcano publicada por el Museo Nacional de Historia Natural, institución que se honra con su nombre. El biólogo Carlos Suriel, con exquisita prosa y rigor documental, ha compilado lo que considero un buen comienzo para la biografía del Maestro.

Yo he querido contribuir con mi granito de arena refiriendo aquí algunas pequeñas historias con mi querido profe Marcano que, al igual que Carlos Suriel, tuve la gran suerte de llegar a ser una de sus “hijos espirituales”, como él solía llamar a quienes pasábamos la prueba de la convivencia con el rigor exigente de ser su “pupila, no sólo su alumna”, como bien diría Félix Servio Ducoudray, su gran cronista.

Aún recuerdo el asombro que siguió al entusiasmo de inscribir mi primer Laboratorio de Botánica en mi carrera de Biología en la UASD. Primero hube de encontrar la famosa “Cueva de Marcano”, tarea nada fácil para una “pino nuevo”. Me recibió un jovial Profesor de cabeza canosa, quien me preguntó no sólo mi nombre y mi matrícula, sino que por mis apellidos terminó preguntándome por mi árbol genealógico en Nizao, por aquel 1977 distrito municipal de la provincia Peravia. Este Profesor también enseñaba en el Politécnico Loyola, de San Cristóbal, en el que estudiaron mis hermanos varones, y resulta que viajaba este profesor en la guagua de mi abuela Eutimia Báez, que manejaba mi tío Viejito. ¿Cómo no impresionarme? Desde ese momento, fue un flechazo que me dura hasta el sol de hoy. ¿Cómo no seguir impresionada? Aunque falta físicamente, hace diecisiete años, su vasta obra y su legado científico siguen vivos en nosotros sus eternos alumnos.

Me alegra sobremanera poder contribuir a continuar transmitiendo y cultivando su obra. En 2001 ingresé como profesora de la Escuela de Biología de la UASD. Volví a su “Cueva” a ver a mi querido Profe. Para entonces, claro, sabía que aquella “cueva” era el Instituto de Investigaciones Botánicas y Zoológicas (IIBZ) que hoy dirige nuestra colega, también “hija espiritual”, Ruth Bastardo. Volví para decirle: “Profesor, quiero continuar sus pasos. Voy a enseñar Botánica en la extensión de Higüey”. “Qué bueno”, me dijo con una amplia sonrisa, y le dije: “Espero honrar todo lo que aprendí con usted”.

Otro momento que me da gran satisfacción y paz fue el de haber llevado a los alumnos de mi primera clase de Botánica para estudiantes de Biología a su casa, porque para entonces ya salía poco, y honrar así al maestro mostrándole a la nueva generación. Recuerdo que entre ellos estaba Rosa Rodríguez, hoy botánica a punto de terminar su doctorado en Estados Unidos. Esperaba que así se sintiese confiado en que las semillas sembradas por él estaban creciendo y fructificando en nosotros, las nuevas generaciones que continuaríamos trabajando; aunque, claro, guardando una gran distancia. Al menos a mí me convenció con la máxima interrogante a sus grupos de estudiantes:

Si ustedes no lo hacen, ¿quién lo va a hacer?

refiriéndose, claro está, al estudio de la naturaleza dominicana. Esta fue mi inspiración para ser maestra y devolver a mi Alma Mater UASD un poco de lo tanto que me ha sido dado.

Los biólogos dominicanos de hoy somos los sucesores de una egregia estirpe de grandes naturalistas, a los que, posiblemente, a veces no les lleguemos a los talones. Pero cada uno de nosotros va aportando nuestro granito de arena, paso a paso, y continuando la batalla por la conservación iniciada por el Profe Marcano con su conferencia “Influencia del hombre en los ecosistemas de la República Dominicana”, en el CIBIMA, en Güibia, donde ya nos señalaba de nuevo el camino no solo del estudio de nuestro patrimonio natural, sino de su defensa y protección, sobre todo en los tiempos que corren de desconcierto y grandes amenazas para nuestro Planeta y la biodiversidad que lo habita.


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