Campesinos dominicanos inician empresas ecoturísticas
Por David Dudenhoefer
CACHOTE, República Dominicana, Mayo 21, 2003 – El canto apagado de un “papagayo” de La Hispaniola [ver nota] flotaba a través del denso follage en las alturas de la Sierra de Baoruco de la República Dominicana mientras Maltiano Moreta dirigía sus binoculares sobre esa rara ave. Moreta, presidente de la Sociedad Ecológica en el pueblo vecino de Paraíso, sabe que el hábitat de bosque nublado del papagayo endémico se ha reducido grandemente. Por ésto, está tratando que el bosque nublado de Cachote se convierta en un atractivo turístico, para que los agricultores locales tengan un incentivo para protegerlo.
Moreta, quien ha estado visitando Cachote durante años, explicó que ha ido preocupándose por la contínua destrucción de los bosques de la región, que sirven como hábitat de aves endémicas como el “papagayo”, el perico y la cotorra de La Hispaniola, y a las tres especies de zumbadores [“colibríes’] de la isla.
Empezó hablando de ecoturismo a los agricultores locales, y convenció a una familia a que donara 2,000 tareas [1 tarea = 629 metros cuadrados] de su terreno para desarrollar una reserva forestal comunitaria. La organización de Moreta obtuvo financiamiento del Programa de Pequeños Subsidios de la Facilidad Ambiental Global, administrado por el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas, para ayudar a los residentes de Cachote a crear una infraestructura turística básica, a prepararse para acomodar visitantes, y promover la zona entre personas de fuera.
“Hemos tratado de buscar alternativas económicas para quitarle algo de presión al bosque,” dijo.
Varios compatriotas de Moreta están promocionando empresas similares como una manera de involucrar a las comunidades rurales en la conservación. Por mucho tiempo, el turismo ha sido la principal industria de la República Dominicana, llegando más de tres millones de extranjeros cada año, pero la mayoría de ellos se limitan a permanecer en las idílicas playas de la isla.
Pero, en años recientes, el turismo de naturaleza y de aventura ha estado reclamando un número creciente de visitantes y alejándolos de las olas y la arena. El mayor eco-atractivo de la isla son los miles de ballenas jorobadas que pasan el invierno en la Bahía de Samaná, pero sus bosques contienen un impresionante conjunto de plantas y animales, incluyendo 20 especies endémicas, casi 200 especies endémicas de reptiles y anfibios, y unas 1,800 especies endémicas de plantas.
Según Bolívar Troncoso, quien desarrolló el Departamento de Ecoturismo del Ministerio dominicano de Turismo, aproximadamente la mitad de las personas que visitan el país se involucran en alguna forma de turismo de naturaleza. Dijo que la actividad se ha convertido en una fuerza significativa para la conservación del interior de la isla, al tiempo que beneficia a algunas de las comunidades más pobres del país.
Troncoso señaló que mientras que la mayoría de los ‘resorts’ de playa son propiedad de compañías extranjeras, el ecoturismo ha sido desarrollado casi exclusivamente por dominicanos.
“El problema número uno ha sido la falta de incentivos por parte del estado,” dijo Troncoso, explicando que los intereses de los préstamos bancarios son demasiado altos para los bajos retornos de las inversiones ecoturísticas. Dijo que la única esperanza para que comunidades pobres como Cachote puedan involucrarse en el turismo es a través de la ayuda internacional.
Si los residentes de Cachote tienen suerte, su empresa ecoturística será tan exitosa como la de Los Calabazos, una comunidad de 200 personas sobre el Río Yaque, en la Cordillera Central del país. En 1998, el Club de Madres de Los Calabazos recibió un financiamiento del Programa de Pequeños Subsidios para construir y equipar un restaurant simple, y varios años más tarde, la organizacion canadiense no gubernamental Plan Nagua financió la construcción de 10 cabañas rústicas en el lugar.
Durante los fines de semanas y días de fiesta, esas cabañas frecuentemente están completamente ocupadas con visitantes que pasean en senderos a través del bosque ribereño y nadan en las refrescantes aguas del Yaque. Esos turistas gastan unos US$8 por habitación y $2 a $4 por comida en el restaurant, y los beneficios son usados por grupos comunitarios para ayudar a las familias más pobres del pueblo a mejorar sus viviendas y cubrir gastos médicos.
Según Alberto Sánchez, coordinador nacional del Programa de Pequeños Subsidios para la República Dominicana, el ecoturismo ha mejorado tanto la calidad de vida de la comunidad como sus relaciones con el ambiente.
“Hay una nueva apreciación del bosque por parte de las personas,” dijo, explicando que los agricultores del pueblo tradicionalmente practicaban una agricultura de ‘tumba-y-quema’. “Toda la comunidad se ha convertido en el protector principal de los recursos naturales.”
Nota:
Nota:Aunque es llamado ‘papagayo’ en la República Dominicana, debido a su colorido, realmente es un trogón (familia Tronoidae, Priotelus roseigaster).