Anécdotas III

Pedro Gil Iturbides

La botánica de Marcano

Publicado en Periodico Hoy

http://www.hoy.com.do/?module=displaystory&story_id=19304&format=html (enlace muerto)

Al profesor Eugenio de Jesús Marcano lo conocí por las referencias en las páginas que publicaban años ha en el suplemento agropecuario de El Caribe, Mario Bobea Billini y Ducoudray. Pasado un tiempo habría de entrar en contacto con él de manera personal, al ingresar mi hermana Ramonita al seno de su familia como esposa de un hijo homónimo del celebrado investigador.

De gran humor, extrovertido, parecía ajeno al valor que le atribuyeron académicos dominicanos, por su aporte al conocimiento de la flora de la isla. Un día le hice notar este ánimo despreocupado, elogiando la continencia de su estima, y me ofreció una respuesta que lo retrataba:

¿Y alguien aquí cree que hay importancia en eso de colectar, clasificar, definir, describir y agrupar unas hojitas?

Ambos reímos de su pregunta. Pero en el sustrato de la misma prevalecía una estimación jamás superada por el país. Y tal vez por ello tampoco hemos podido trascender nuestras debilidades sociales, institucionales y propias del carácter nacional.

Marcano recibió en vida el reconocimiento por su prolongada investigación en el campo de la botánica. En su muerte, ese trabajo fue exaltado también.
Sin embargo, en el fondo, se anida en nuestro comportamiento el escepticismo proyectado en aquella inquietud que hiciese suya.

La investigación tiene pocos amigos fraternos entre nosotros. De manera que hombres como Marcano tienen que asirse a la vida, sujetos a contingencias angustiosas. No existen maneras de que puedan dedicarse sino como entretenimiento a lo que debía ser tarea encomendada por la sociedad, pues si lo hacen como trabajo sucumben por inanición. Y no hablo únicamente de la investigación relacionada con la flora de la isla, sino a toda forma de investigación y experimentación pura o aplicada.

La Ley de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, promulgada en el año 2001, parece ofrecer una esperanza a la investigación. De aplicarse cabalmente, podríamos ver en el futuro que investigadores empíricos o formados en la academia, encuentran apoyo financiero para sus tareas.

Marcano, como antes de él muchos otros dominicanos y extranjeros que exploraron este campo, tuvieron que realizar sus indagatorias mientras subsistían por otras actividades, principalmente la docencia. Y no caben dudas de que recorrían un camino que no está aislado del proceso de la investigación.
Pero ¡cuánto más habrían aportado los investigadores dominicanos de haber podido dedicarse a tiempo completo a lo que fue pasión de sus vidas!

Al irse, Marcano deja como legado su propia obra. Quedan su viuda y sus hijos con un pequeño museo de botánica que incluye especímenes secos, dibujos, descripciones y recuerdos. Ojalá puedan aprovechar, sobre todo, el ejemplo de su existencia como científico sin desmayos.


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