Dr. Rafael M. Moscoso P. (1874-1951)

Sus escritos y sus obras

Busto del Dr. Moscoso Puello en el Jardín Botánico Nacional Dr. Rafael Ma. Moscoso.
Fuente de foto: Carlos Jiménez Briceño, 2019

Haré una relación de éstos en orden cronológico de aparición, comentando brevemente, de paso, cada uno de ellos.

1897.— En abril de este año vió la luz el primer fruto de sus estudios titulado “Las familias vegetales representadas en la Flora de Santo Domingo”. Es el primer trabajo dominicano sobre nuestra Flora, publicado cuando el autor contaba apenas 23 años de edad. De esta obrita dijo el Barón de Türckheim que en su país obras de ese género se publicaban cuando los hombres estaban más entrados en edad.

Está basado en el Sistema de Eichler, uno de los precursores de la Taxonomía actual. En ella, además, de las plantas que él conocía, agregó algunas que consideró nuevas con nombres específicos creados por él.

Desgraciadamente, en muchas especies nuevas de las que él había clasificado se perdió la prioridad, por no haber en el país una publicación adecuada donde se hubieran propuesto dichas especies nuevas.

1926.— A raíz de la muerte del Pbro. Don Miguel Fuertes y Lorens acaecida el 3 de marzo de ese año, redactó Don Fello unas cortas notas biográficas, donde además de algunos datos sobre la iniciación en la Botánica del distinguido levita, trazó los itinerarios recorridos por él en nuestro país.

1931.— El 15 de enero de 1931, murió en esta ciudad, el eminente botánico sueco Erik Leonard Ekman, gran amigo de mi biografiado y el que experimentó un gran dolor por la grave pérdida que, para la ciencia acababa de suceder.

Escribió un monumental trabajo biográfico sobre el fenecido, probablemente el más completo que se haya publicado hasta ahora, trabajo que ya ha sido solicitado del extranjero. Está muy bien documentado y está escrito en forma elegante y seductora.

El 4 de agosto del mismo año giró una excursión al Pico Diego de Ocampo, cuya reseña redactada en estilo ameno e interesante, fué publicada en La Información de esta Ciudad.

En ella especifica las alturas de todos los sitios por donde pasaba, agregando además de la enumeración de las plantas que recolectaba, notas geológicas, ornitológicas, sobre mariposas, etc.

1934.— En mayo de este año apareció en La Información un artículo biográfico sobre el distinguido viajero, médico y botánico italiano Carlos José Bertero.

Este prominente hombre de Ciencia, visitó nuestro país el año 1819 a instancias del Dr. J. C. Limardo. En los seis meses que permaneció en la República dedicó algún tiempo a herborizar en los alrededores de esta ciudad de Santiago de los Caballeros.

1935.— El 15 de Febrero de 1935, con motivo de la muy sentida muerte de su maestro y amigo, doctor Don Francisco Henríquez y Carvajal acaecida en Santiago de Cuba, aparece en el “Listín Diario” una verdadera apología al eminente patriota, jurista y médico dominicano.

En este artículo vierte el autor toda su sensibilidad espiritual al mismo tiempo que toda su admiración al ilustre desaparecido.

Posteriormente en el mismo año, a fecha 24 de Junio, publicó también en el “Listín Diario” un artículo sobre lajutía (Solenodon paradoxus) en el que aportaba además algunas consideraciones sobre el “apamate” de Venezuela (Tabebuia pentaphylla Hemsl), árbol del cual se trajeron al país algunos ejemplares para ser sembrados en la Avenida Bolívar de la Ciudad Primada.

1937.— El 25 de agosto de este año se editó su interesantísimo folleto sobre los Ciclones. Después de un estudio sobre el origen, frecuencia, circulación de los vientos, estaciones y zonas de los ciclones tropicales, en especial sobre aquellos formados en el área del Mar Caribe, el autor entra de lleno en la descripción detallada de los signos precursores de la tormenta, en su proximidad y paso de su vórtice.

Describe también las precauciones a tomar y los estragos producidos por ellos en su recorrido devastador.

Termina el folleto con descripciones breves sobre los principales ciclones acaecidos en nuestra Isla desde el año 1502 hasta el 1931.

1939.— El 5 de agosto de 1939, fuimos Don Fello y yo a la ciudad de Dajabón a recibir al eminente Botánico americano y especialista en Palmas Prof. Liberty H. Bailey, el que regresaba de Haití de un viaje de recolección que duró algunas semanas.

Acompañamos al distinguido visitante a diversos sitios en los alrededores de Santiago, partiendo luego a Ciudad Trujillo de donde embarcó para su país.

Dos días después salió en La Información una reseña completa sobre el itinerario que siguió el profesor Bailey en este viaje amén de algunos datos biográficos sobre su persona.

Un mes después, el 10 de Septiembre hicimos Don Fello y yo una excursión al Morro de Monte Cristy con el fin de buscar y recolectar todas las especies recogidas por Ekman en la primavera de 1929 en dicha región, y que más tarde publicó éste en un interesante opúsculo titulado “Excursión a la Línea Noroeste”.

El resultado de nuestro viaje fué muy fructífero y se publicó en La Información el 19 del mismo mes de Septiembre. El autor relata en ese artículo con sencillez y minuciosidad el resultado de nuestros hallazgos como también preciosos datos históricos, geográficos, geológicos y ornitológicos.

1941.— La Universidad le editó una interesante monografía titulada “Las Cactáceas de la Flora de Santo Domingo”. Esta fué la primera publicación del autor después que fué nombrado Director del Instituto Botánico.

Está demás hacer resaltar el valor científico y cronológico de esta monografía, pues hasta entonces no se había escrito nada por separado de Familias de nuestra Flora.

Está muy bien ilustrada con numerosas fotografiáis originales del autor tomadas en los mismos sitios donde crecen esas plantas. Todas las descripciones de las especies que figuran en ella fueron tomadas directamente de las plantas vivas.

1943.— El 30 de enero ve la luz en Nueva York su trabajo cumbre titulado “Catalogus Florae Domingensis”. Se necesitó un año de permanencia en esa ciudad adonde se había trasladado enviado por la Universidad de Santo Domingo, para poder dar feliz término a su obra.

En Nueva York, Don Fello, era asiduo visitante de la inmensa Biblioteca y del no menos inmenso Herbario del Jardín Botánico, donde tenía a mano documentación bibliográfica y material botánico para estudiar detenidamente cada una de las especies citadas en su Catálogo. Esto le permitió crear especies, variedades y combinaciones nuevas.

En ese mismo sitio se puso en contacto con eminentes botánicos actuales, tales como Moldenke, Monachino, Carabia, Krukoff y muchos otros más, especialmente con el Dr. León Croizat del Arnold Arboretum de la Universidad de Harvard, quien le prestó su decidido concurso revisando algunas de las pruebas y contribuyendo además con algunas sugerencias.

A este respecto debo decir que actualmente un trabajo científico, no importa sobre cuál rama de la ciencia se trate, rara vez es la obra única y exclusiva de su autor. Los conocimientos actuales son tan extensos que se necesita, aún para pequeños trabajos, una colaboración efectiva y desinteresada, so pena de que una labor acuciosa y un esfuerzo laudable queden truncos o incompletos.

Asombra, pues, que este libro haya sido única y exclusivamente la obra de un solo hombre. Max Henríquez Ureña ha dicho de ella que su * ‘erudita introducción tiene alto valor científico e histórico”.

En esta obra no hay descripciones de especies, las que pueden encontrarse dispersas en numerosas publicaciones que versan sobre nuestra Flora, sino que es una enumeración de familias, género y especies tratadas de acuerdo con el sistema de Engler y Prantl, con breves descripciones de algunas de ellas, seguidas de sus localidades y de sus nombres vernáculos tanto dominicanos como haitianos. Es muy solicitada por todas aquellas personas que de un modo u otro se interesan por el estudio de las plantas de nuestra Hispaniola.

Alguna que otra vez ha sido criticada por estar escrita en latín. Por supuesto, que esta crítica no puede venir de personas versadas en la materia. Los que tal han hecho no se han dado cuenta que en Botánica tanto como en otras ramas de la Historia Natural, se necesita una lengua común, una especie de código internacional, para que los sabios se puedan entender entre sí, no importa cuál sea su lengua materna.

Sobre esta obra, recibió Don Fello numerosas felicitaciones de eminentes personalidades del exterior. He aquí algunas opiniones:

Del profesor Bailey, de la Universidad de Cornell: “Su interesante Catalogus está en mis manos”. . . “Me figuro la satisfacción que es para Ud. el haber terminado la publicación de esta obra en la cual Ud. ha estado largo tiempo trabajando”.

Del Dr. B. A. Krukoff, entonces del New York Botanical Garden: “Su interesante Catálogo de las plantas de Santo Domingo que recientemente ha venido a beneficiar nuestra biblioteca, es una valiosa contribución a nuestro conocimiento de las plantas de las Antillas”.

Del Dr. William R. Maxon, Curador de la División de Plantas de la Smithonian Institution de Washington: “La obra es una valiosísima y útil aportación a nuestra bibliografía botánica y estamos verdaderamente agradecidos de tenerla en nuestra biblioteca”.

1945.— En este año fué editada por la Universidad, como publicación del Instituto Botánico, su extensa monografía sobre las “Palmas Dominicanas”. Es un trabajo acabado, minucioso, con muchas fotografías originales y magníficas descripciones botánicas de los géneros y especies.

A partir de este momento, aparentemente pareció declinar la productividad de su intelecto. Ninguna publicación nueva apareció en este su último período, y la muerte vino a poner su sello eterno sobre aquella cabeza cuya fertilidad había conquistado para los dominicanos un honroso puesto en la cultura universal.

Sin embargo, los que como yo estaban al tanto de sus actividades científicas, sabíamos como trabajaba febrilmente en diversos temas, algunos de los cuales se perdieron y otros quedaron inconclusos.

Recuerdo que entre los trabajos que tenía en preparación había uno sobre los Géneros de los Helechos de nuestra Flora y otro sobre las plantas forrajeras de la República Dominicana.

Entre sus manuscritos inconclusos puedo citar los siguientes:

  • Las Bases de la Taxonomía (conceptos del Género y de la Especie).
  • Desarrollo Histórico de la Nomenclatura Botánica.
  • Botánica Sistemática. Notas Taxonómicas.
  • Herbario. Colección y preservación de plantas.
  • Herborización y preparación de ejemplares.
  • Clasificaciones Botánicas.
  • Fundación de la Botánica Moderna.
  • Mutación y
  • Notas.

Dejó también algunos trabajos inéditos que de haberse publicado hubieran enriquecido efectivamente la bibliografía científica nacional y hubiesen puesto mejor de manifiesto su vasta cultura y la proteiforme inquietud de su inteligencia.

He aquí algunos de ellos:

  • Botánica y Botánicos de la Hispaniola. Nueva Geografía Física, Política y Descriptiva de la República Dominicana. He tenido la oportunidad de admirar los bellos mapas en colores que él mismo había dibujado para esta obra.
  • Notas sobre la Historia Natural de la Isla de Santo Domingo . (Estudio de vulgarización científica) y
  • Las Familias Vegetales representadas en la Flora de Santo Domingo . En esta obra se proponía el autor describir detalladamente todas las especies que ocurren en la Flora de la Isla.

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