En busca del Monte Tina
por el Dr. Erick L. Ekman
Publicado por Estación Agronómica de Moca (Moca, República Dominicana). Serie B – Botánica. No. 15. Diciembre 1929 [ver nota 1 al final]
Biografía de Ekman
Cualquiera que se interese por la geografía de un país, se preguntará inevitablemente: “Y cuál es la montaña más alta? qué altura tiene?” Recuerdo muy bien, que, cuando muchacho, me llenaba de envidia el hecho de que Noruega, aunque más pequeña que mi querida patria Suecia, sin embargo, tenía montañas más altas. Ahora bien, he dirigido a muchísimos Dominicanos, de chauffers hacia arriba en la escala social, las preguntas aquellas, y sin excepción recibía la siguiente constetación: “Monte Tina, con 3140 metros”.
Una pesquiza acerca de la posición geográfica de tan famosa montaña, no dió un resultado tan definitivo. Generalmente se concedía que debería estar en alguna parte de la Cordillera Central, quizás cerca de Constanza, pero nada más se sabía.
En el exterior sabían tanto, o menos, que los Dominicanos. En todos los libros de geografía que he visto, incluyendo los mapas más modernos, siempre figura el Monte Tina como la montaña más alta de Santo Domingo, y por consecuencia, de las Antillas. Mi confianza en la exactitud de los textos sagrados de geografía recibió un ligero choque, cuando en 1913, el Profesor Dr. Ignacio Urban publicó el itinerario del Padre Miguel Fuertes, en cuanto a una excursión Botánica en la Cordillera Central. El Prof. Urban dice (Symb. Ant. VII, p. 483): “Er (Padre Fuertes) … erreichte am 6. Juli 1912 als Erster den Gipfel der Loma Rosilla bei 2855 m., and damit die hoechste Spitze der westindischen Inseln,” lo cual quiere decir, en castellano, que el Padre alcanzó el primero la cima de la Loma Rosilla, en una altura de 2855 metros, y con eso de la montaña más alta de las Antillas. Sin embargo, aún en los libros tan modernos como “Un reconocimiento geológico de la República Dominicana”, Washington, 1922, se repite, aunque con moderación, aquello del Monte Tina.
Tales eran mis ideas sobre el Monte Tina, cuando en Febrero de 1925, desde un punto tan ventajoso como el de la cima de la Selle en Haití, 2700 m., ví por primera vez desplegarse las montañas grandiosas de la Cordillera Central ante mis ojos encantados. Muy arriba de las otras se levantaban dos gigantes. Por su posición muy cercana el uno al otro, les suponía ser el Pico del Yaque y la Loma Rosilla. Pero dónde estaba el Monte Tina? Delineadas como por un artista divino, se destacaban contra el ligero violaceo azul del cielo matutino las siluetas oscuras de las cimas. A través de la Cordillera de Neyba, seguramente más elevada que lo que generalmente se considera, buscaban mis ojos la silueta del Monte Tina, que debería ser fácilmente reconocida, por tratarse de una montaña tan alta. Pero nada ví. Muchísimas lomas se levantaban al este de las cimas gemelas del Pico del Yaque, pero ninguna de altura dominante. Bajé de La Selle, bien seguno que no había en la Cordillera Central montaña más alta que la Loma Rosilla, o sea el Pico del Yaque.
Al ser introducido, pocos años después, en Santo Domingo, al Secretario de Agricultura Sr. Don Rafael Espaillat, me enteré con él de que el Monte Tina había sido destronado ya hace años de su posición dominante, y que el Pico del Yaque ocupaba el primer lugar, con una altura de 2955 m. más o menos. El Monte Tina no sería más que una loma bajita cerca de Túbano.
Al rey destronado se honra, sin embargo, a pesar de su desgracia. Así me decidí de no dejar caer al Monte Tina sin haber averiguado algo más acerca de su existencia. Aunque no la montaña más alta en las Antillas, no dejaría de tener una flora interesante para el botánico, y además, fué en el monte Tina donde descubrió el ornitólogo americano Beck un ave rarísima llamada científicamente Loxia megaplaga, y vulgarmente “Piquito en cruz”. Mi estimado amigo, Prof. Dr. E. Innberg, en Estocolmo, me había escrito varias veces acerca de aquel ave, que se asemeja muchísimo a la Loxia de Suecia. Me estaba preparando, pues, para una excursión a la Cordillera Central, cuando recibí una invitación del Dr. R. Ciferri, Director del Colegio de Agricultura de Moca, para acompañar a él, a su hermano, y al Dr. Balzarotti, á una excursión al mismo Monte Tina. Se entiende que acepté, con mucho gusto, y fuimos a San Juan, en el mes de Agosto de 1929. En Azua tuvimos la mala suerte de tropezar con un agente de policía, por tener en el estribo del automóvil un bulto de papel secante, el cual, según suponía saber el polizonte, no era de uso personal. La convicción de aquel amigo de la ciencia nos costó diez pesos, aunque por el momento se dejó convencer que era para mi uso en las excursiones.
Una vez en San Juan, y el Monte Tina muy lejos adentro de la Cordillera, nos pareció muy a propósito subir primeramente algunas de las montañas al norte de San Juan, para acostumbrarnos al aire rarificado de las alturas. Escogimos aquellas que en el mapa de Moya se llama Monte Mijo, 2195 metros, pero la cual en realidad es la Loma La Vieja, al oeste del Río Mijo, mientras que la montaña al este de aquel río se conoce bajo el nombre de Loma La Viuda. Ambas son altas, y no muy fáciles de subir, de manera que mis compañeros, poco acostumbrados a andar a pié, y quizás un poco exasperados por las dificultades con las cuales tropezamos, dejaron a La Vieja a su suerte. Al parecer, la montaña ofrece poco de interés para el botánico, y no me dolía mucho el hecho de no haber logrado subirla.
Tuve mejor suerte en mis excursiones siguientes. Fuí a la Loma de Jayaco (1425 m.) donde ví por la primera vez una perdíz rara, conocida científicamente como Oreopeleia leucometopium, y por los monteros como “Perdíz ceniza”; después al Picacho de los Chicharrones, al oeste del Río San Juan. Esta montaña se parece mucho a la Nalga de Maco (no Culo de Maco, que es otra), y es todavía más alta que aquella, a saber, 1975 m. Los americanos subieron a esta loma durante la ocupación, y pusieron una bandera y una placa de metal, siendo el pico una base para la triangulación. La flora es pobre, y muy parecida a la de Nalga de Maco.
Todo eso era muy bueno, pero no me puso más cerca del Monte Tina. Entonces oí hablar de un camino que atraviesa la Gran Cordillera Central, desde el Río San Juan hasta San José de las Matas. Según los monteros, aquel camino debería pasar muy cerca de una loma altísima, cuyo nombre ignoraba, pero la cual había visto desde muy cerca durante mis excursiones cerca de Monción, en Mayo-Junio. Conseguí un práctico y fuimos, a pié, con un caballo de carga. El camino tiene su entrada donde desagua el Arroyo Limón en el Río San Juan. Recientemente mandaron gente para trabajar en este camino, con el propósito de facilitar el tráfico entre el Cibao y San Juan. Por falta de dinero se abandonó el trabajo, y el camino quedó como era, no muy bueno, pero tampoco muy malo. Se va perfectamente bien a caballo…. si uno se desmonta. Pasamos la primera noche en el Arroyo del Oro, y nos quedamos por varios días en la Sabana Nueva, donde los monteros tienen una magnífica “casa de piedra”, es decir una piedra sobresaliente que puede dar abrigo a media docena de personas. De aquí subí por el camino ya mencionado hasta su cumbre, 2625 m, y a la alta montaña cercana, la cual se llama Loma de la Medianía. Esta es montaña más alta al oeste de la Loma Rosilla—Pico del Yaque, alcanzando una altura de 2850 metros. Aquí tienen sus cabeceras el Río San Juan, el Río Mijo, y el Río Bao. Ya no estaban muy lejos aquellos dos gigantes que había visto desde Haití. Seguramente deberían ser mucho más altos que la Loma de la Medianía, de manera que empecé a sospechar que al fin habría montañas en Santo Domingo con más de 3000 metros de altura. La cima de la Medianía no era muy rica en plantas raras. Sin embargo, encontré aquí una nueva Tuerckheimocharis, y el helecho Woodsia, cuya distribución es distintamente boreal. Tanto mejor fué la cosecha en los lugares cenagosos cerca de la Sabana Nueva. Aquí tuve el gusto de encontrar muy bien representada la flora andino-continental, cuya existencia en las Antillas se ignoraba hasta que fué descubierta por el Barón Eggers en el Valle Nuevo. Encontré la Agrimonia, la Alchemilla, las Carices, etc., todas pertenecientes a géneros de mi propio país. Además, encontré un magnífico Paspalum nuevo, el cual he dedicado al Prof. Urban, una Potentilla (desgraciadamente estéril), una Drosera (familia nueva para Hispaniola) etc. Las aves eran pocas, pero raras, e.g. Loximitris, Brachyspiza, Microligea, todas conocidas como “Cigüitas”.
Muy contento del resultado científico de esta última excursión, volví a San Juan para prepararme para otra excursión, ahora para el Pico del Yaque. Es verdad, que había podido ir, y muy cómodamente, a aquella montaña desde Sabana Nueva, por el camino del Macoutico, pero necesitaba comestibles. Para no rehacer el camino, me marché de San Juan rumbo a Las Cañitas, en el camino de Constanza. Mal aconsejado, pasé por Los Guanitos, Boca del Río, Arroyo Cano, Palomino, para quedarme un día en Majagüitas. Aquí conseguí un práctico, Remigio Canela, y fuimos a Valle del Yaque, pasando por El Tetero. Al fín había llegado a saber que en este camino era donde debería hallarse el Monte Tina. El camino pasa por el medio de pinares abiertos, alcanzando a menudo la cima de una montaña, que forma la continuación de La Tasajera. Remigio me aseguraba que aquella era la “Loma Tina”, así llamada por haber un pozo de agua en su cima. Por lo que yo he podido averiguar después, Remigio tenía razón. Aquí era donde cazaba el Sr. Beck. Siento decir, que yo no ví ningún “piquito en cruz”, pero tampoco buscaba mucho, ansioso de llegar al Valle del Yaque antes de que se mojara la carga que llevábamos. Por donde pasa el camino, la altura de la loma no llega a 2100 metros; pero su cima tendrá quizás 2200 metros. Llegamos al Valle del Yaque, después de haber escalado otra loma llamada del Ranchito, de la misma altura más o menos que la Loma Tina.
El Valle del Yaque está situado donde se junta el Yaque con el Arroyo de los Montazos. Aquí hay un rancho bueno, siendo el lugar sitio de crianza. Pasé varios días recogiendo plantas y cazando aves. La Loma Rosilla se vé muy cerca del Valle del Yaque, es decir, cuando no hay neblina, lo que sucede con gran frecuencia. Por Remigio me había enterado que existe otro rancho en una altura mucho más grande, y el cual se llama Los Vallecitos. Me figuraba que desde allí sería más fácil la subida al Pico del Yaque y a la Loma Rosilla. Fuimos, pues, a Los Vallecitos. El camino, si se puede llamar así a una vereda no trillada, sube en la dirección de la Rosilla, hasta llegar a unos 2200 metros de altura. Después se lanza en el abismo donde corre el Yaque, para subir al otro lado a un gajo pedregoso tan estrecho y escarpado que uno apenas puede mantenerse en pié. Al fin llegamos a pinares más llanos, y en la tardecita estuvimos en Los Vallecitos, a una altura de 2500 metros.
Puede imaginarse mi estupefacción al encontrar allí, no un ranchito pobre, sino un caserío de cinco ranchos, todos bastante bien hechos. Remigio me esclareció acerca de este hecho extraño. Había en los días de la ocupación americana un tal “Liborio”, al parecer un visionario religioso, que se proclamaba santo, y enseñaba que el fin del mundo se acercaba. Por consecuencia sus compañeros debían aprovechar del poco tiempo que les quedaba de vida para beber, bailar, etc. Perseguido por las autoridades, Liborio se escondió con sus compañeros en los montes vírgenes detrás de la Vieja y de la Viuda, lo cual no impidió que los Americanos lo alcanzaran y lo mataran. Sin embargo, la fama de aquel Liborio era tan grande, que debía encontrar imitadores. Un individuo, que según se dice se llama José Vargas, anunciábase como el “Segundo Liborio”, buscando sus prosélitos, principalmente entre el sexo débil. Las consecuencias de sus hazañas fueron las mismas, y tan inevitables, como en el caso de su maestro. José se refugió, él también, en las montañas, con la diferencia que escogió como paradero el lugar menos accesible en toda la República, a saber, Los Vallecitos. Allí se quedó hasta que se le presentó una oportunidad para seguir la fuga hasta Haití.
Los Vallecitos, admirablemente situados para un hombre con los fines místicos de un Segundo Liborio, no lo eran menos para mí. Están en el estribo entre aquellas lomas gigantes que había visto desde Haití. Solamente, no eran el Pico del Yaque y la Loma Rosilla como creía yo, sinó el Pico del Yaque y la Pelona, así se llama la montaña al suroeste del Pico del Yaque. Al parecer, los dos picos tienen más o menos la misma altura. Para llegar a saber cual de ellos era el más alto, no había otro remedio que subira los dos y comparar los datos obtenidos por medio del altímetro. Fuí primeramente a La Pelona, solo, porque el amigo Remigio no le gustaban mucho las subidas innecesarias. La subida a la Pelona desde Los Vallecitos no ofrece dificultad alguna. Después de unas horas de camino estuve ya en la sabana extensa que hay en la cima, y a cuya existencia se debe el nombre de la montaña. Dos picos secundarios se levantan todavía algo más, uno occidental cubierto de pinos, con manchas de piedras rojas perfectamente libres de vegetación, y otro oriental, muy escarpado, de rocas agudas, negras. Subí primeramente el picacho de los pinos. Llegado, lo primero que hice fué mirar el altímetro (aneróide). Indicaba 2870 metros (53.80 en la escala fija) y 2890 metros, después de haberlo calentado un poco al aire. Ahora bien, muy pocos altímetros hay que indiquen altura exacta. El mío, por ejemplo, tiene la desventaja de indicarla demasiado baja. Llegué a saber eso, al observarlo en lugares cuya altura se sabía por el único método exacto, es decir, por nivelación. Siempre había que aumentar la altura observada con un 10%, para llegar a la verdadera. Amigos míos, aviadores, han subido con mi altímetro a una altura de 3000 metros, comparándolo con los instrumentos pefectos de los aeroplanos, y confirmaron el error proporcional del 10%. Aumentando, pues, el promedio de las dos observaciones en La Pelona con un 10%, se llega a una altura probable del picacho occidental en 3168 metros. No había señas en ese picacho de que hubiera pasado gente por allí. Sin embargo, se sabe muy bien que los monteros pasan con frecuencia por La Pelona rumbo al Macoutico, cazando el puerco cimarrón.
La vegetación es poco interesante, por ser de una montaña tan alta. He aquí la lista de las plantas apuntadas en la cima occidental de La Pelona, en órden de su frecuencia: Pinus occidentalis (con el parásito Dendropemon pycnophyllus), Danthonia domingensis, Agrostis perennans, Baccharis myrsinites, Senecio Fuertesii, Micromeria alpestris, Gaulteria domingensis, Hieracium Gronovii, Hypericum pycnophyllum, Lyonia heptamera, Tuerckheimocharis densifolia, Gnaphalium Eggersii, Erigeron araneosus, Polypodium moniliforme, Elaphoglossum leptophyllum, Linaria canadensis, Chaptalia Eggersii, Hydrocotyle pusilla. En un lugar un más bajo había también Polypodium otites, P. loriceum, Viola domingensis, Siphocamphylus igneus, Woodsia sp. cfr. W. ilvensis, Pilea caespitosa, Pilea pelonae, Polypodium angustifolium. Además había una especie de Salvia, que olvidé recoger, pero que no dejaría de ser la S. uncinata, conocida del Pico del Valle Nuevo.
Como se vé, las plantas recogidas aquí son en su mayoría ya conocidas por los viajes de Eggers, Tuerckheim y Padre Fuertes. Nuevas son la Tuerckheimocharis, la Pilea y la Woodsia, y de esas la Pilea solamente es característica de La Pelona. Esto, junto con mis experiencias de otras montañas, demuestra que la oportunidad de encontrar nuevas fanerógamas en las montañas altísimas de Santo Domingo ya pasó.
La avifauna es sumamente pobre. La única ave algo abundante es la Dendroica pinus. Ví también la Brachyspiza, la Riccordia, la Coereba, y un par de cotorras.
Después de haber apuntado las plantas del pico, bajé a la sabana, para luego subir al picacho oriental. Cerca de la cima se encuentran unas rocas tremendas, y cuando con alguna dificultad logré escalarlas, ví que estaba en otro punto de triangulación de los Americanos. Allí estaban los restos de una bandera, y en una piedra estaba la placa metálica ya familiar.
Observaciones del altímetro dieron por resultado que este picacho era unos diez metros más alto que el otro. El promedio del altímetro no corregido era 2890 metros, lo que con 10% de aumento dá una altura probable de 3179 metros, digamos 3175 para redondear. Es preciso añadir que aquellas placas metálicas dejadas por los Americanos en los puntos de triangulación nunca llevan la altura puesta, aunque en ellas haya lugar designado para eso.
La flora de este picacho es casi la misma que la del otro. Ví algunas especies aquí que no había apuntado allá, e.g. Cestrum Tuerckheimii (algo dudoso, quizás nueva especie), Erigeron coeruleus, Sphacele Urbanii, Lycopodium clavatum, L. complanatum, Dichondra repens sericea, Botrychium Underwoodianum, Euphorbia Eggersii, Bulbostylis alpestris.
Apenas acabadas mis observaciones en ese picacho ví levantarse de las cañadas hondas del Río Bao una neblina densa, que pronto escondía todo por debajo de su manto gris. Hombre cauto, había dejado yo unas marcas en los pinos para asegurar la vuelta, y este junto con la dirección del viento me permitió volver, sin mucha dificultad, a Los Vallecitos, donde me esperaba Remigio ya muy preocupado por mi suerte.
Pasamos una noche fría, sin duda, pero gracias al rancho bien hecho de “Papá Liborio” no sufrimos. Bien temprano empezamos la subida del Pico del Yaque. Me alegré mucho al encontrar muy pronto el helecho raro Dryopteris rigidissima, en Santo Domingo conocida solamente en el Pico del Yaque. Ya a las nueve estábamos arriba. Tenía esperanzas de visualizar un magnífico panorama del Cibao, pero ví con alguna preocupación mezclada con admiración que toda la cuenca del Cibao estaba escondida por debajo de un mar de neblinas que vistas desde arriba brillaban como nieve.
La cima del Pico del Yaque es, a mi parecer, el lugar más desolado en toda la República Dominicana. Una sabana, con una vegetación infinitamente pobre, y unas piedras negras, desnudas como la muerte. Había unas pirámides de piedras, obras de otros exploradores, pero ninguna placa de triangulación. El altímetro indicaba 2840 metros (54.00 de la escala fija), lo cual con el aumento del 10% nos da como altura probable del Pico del Yaque 3125 metros, en número redondo. Así se ha llegado a saber con seguridad, cual es la montaña más alta de la República Dominicana, y con eso en todas las Antillas, a saber: La Pelona. Puesto que el hecho es de alguna importancia geográfica, me he enterado por medio del Sr. A. Ortori cual era en aquellos días (3 y 4 de Octubre de 1929) la presión atomosférica sobre Hispaniola. Me contestaron del Servicio Meteorológico de la Capital:
“Día 3 de Oct. a 11 a.m. pres. atm. 761.8 mm
” 4 ” ” ” 10 ” ” ” ” 762.3 “
” 5 ” ” ” 10 ” ” ” ” 764.0 “
La del día 5 de Octubre fué la máxima del mes”.
Lo cual indica que las alturas obtenidas por medio del altímetro, lejos de ser exageradas, debería aumentarse todavía de algunos metros, y que la del Pico del Yaque tendría unos siete metros en exceso de lo que había calculado yo. Dada, sin embargo, la poca exactitud de un instrumento tal como el altímetro aneróide, creo que haremos bien en fijar las alturas del Pico del Yaque y de La Pelona a 3125 metros, y a 3175 metros respectivamente. De toda manera, sean las alturas como sean, la relación entre La Pelona y el Pico del Yaque quedará la misma.
La vegetación de la cima es, como ya he indicado, muy pobre. Apunté solamente las siguientes plantas: aislados y raquíticos ejemplares de Pinus occidentalis, Baccharis myrsinites, Senecio Fuertesii, Lycopodium clavatum y L. complanatum, Bulbostylis alpestris, Hieraium Gronovii, Gnaphalium Eggersii, Erigeron araneosus, en la sabana. Entre las rocas de la cima misma había: Lyonia heptamera, Hypericum pycnophylium, Polypodium moniliforme, Carex sp. (probablemente nueva), Paepalanthus domingensis.
Nos dirigimos al Valle del Yaque. “En passant” subí a Loma Rosilla. No cabe duda que el nombre de esta loma debe escribirse Rosilla, y no Rucilla, por ser derivado del color rosillo (aunque los monteros lo pronuncia “rucillo”), refiriéndose al color de los pajonales de su cumbre. No forma más que la parte oriental del Pico del Yaque. Su altura es como ya indicó el Padre Fuertes solamente de 2855 metros (2860 m. por el altímetro mío corregido) y su vegetación más o menos la misma que la del Pico del Yaque. El padre Fuertes encontró aquí, sin embargo, varias plantas que no ví yó, por ejemplo: Gymnogramme flexuosa, Histiopteris incisa, Hypolepis Urbani, Laestadia domingensis, pero estas plantas no crecen en la cima misma sino en el pinar húmedo de la vértiente septentrional.
Muy satisfecho del resultado geográfico de mi excursión, pero no tanto del resultado botánico, volví al Tetero, donde me despedí de Remigio. Ya había formado resolución de ir a Constanza para luego subir a la loma llamada por los constanceros Sabana Alta, y por otros considerada como el verdadero Monte Tina. Junto con mi nuevo práctico, Evangelio Soto, bajé al Río del Medio. El río estaba un poco hondo y como los vados son peligrosos, aún en estado normal del río, escogimos el desecho por el Río Yaquecillo. Si por el camino del río habíamos corrido el peligro de ahogarnos, el del Yaquecillo podía fácilmente haber resultado desastroso por ser sumamente escarpado. Tuvimos suerte, sin embargo, y llegamos a Constanza con carga y vida.
El camino de Constanza al Valle Nuevo (o Valle de los Robles) ha sido descrito en detalle por el Profesor Urban en su trabajo, “Zur Hochgebingsflora von Sto. Domingo” (Symb. Ant. VI, 1909, p. 280-288).
Para los que no saben leer el alemán, conviene quizás decir, que se trata del camino antiquísimo entre Constanza y Maniel de Ocoa. Se cruza el Río del Medio (aquí llamado Río Grande) y el Arroyo del Pinar Bonito, después se sube por medio de pinares abiertos hasta llegar a una altura de 1700 metros más o menos. Aquí hay unas manchas de montes de sierra alta, llamadas por los monteros “La Matica”, “La Mata Larga”, “Los Montazos”, con una vegetación bastante variada e interesante. El árbol que más llama la atención aquí es una Magnolia, que puede ser una especie nueva. A 2100 metros más o menos se encuentran de nuevo los pinares. Ya estos son del tipo alpino, es decir, la Danthonia (“el pajón”) ya aparece junto con otras plantas del mismo grupo fito-geográfico. A una altura de 2300 metros se llega al primer vallecito, y poco después al Rancho de los Robles, en el Valle Nuevo, a una altura aproximada de 2400 metros. Ya al acercarme al Valle Nuevo había visto una Cyperacea desconocida, y mis primeras excursiones cerca del Valle Nuevo me proporcionaron un goce difícil de ser percibido por un no-botánico. Encontré en su integridad las plantas recogidas aquí por Eggers y Tuerckheim junto con otras no observadas por ellos, por ejemplo: una Tillaea (?), una Veronica nueva, una Sagina (?), plantas todas de clima frío, cuya existencia en Santo Domingo permanecerá en el misterio, desde el punto de vista fito-geográfico.
Ya el segundo día, subí al Pico del Valle Nuevo. Aquí estaban las pirámides y los restos de bandera que al parecer se encuentran ya en todas las lomas altas de la República. Además había una placa de metal, puesta aquí, no por los Americanos sino por Dominicanos, a saber: por los Doctores Vásquez y Raymond, V. Ureña R. y Miguel Canela L. Aquellos señores habían tenido la precaución de añadir altura y fecha como sigue:
Presión 557 m.m. 22.33 (pulg)
Altura 8440 piés. 2573 metros.
Hipsómetro 91.54 557.5
Fecha 28-12-23.
Eso de la altura merece algunas palabras. El altímetro mío indicó 2490 m., y corregido 2739 m; Eggers la registra en 2630 metros. Como se vé, los resultados obtenidos por los distintos instrumentos difieren entresí de unos cien metros. Puesto que el altímetro mío ha sido repetídamente comparado con otros instrumentos creo que el resultado mío es el que más se aproxima a la verdadera altura.
Urban describe la vista que se ofrece desde el Pico del Valle Nuevo. Sin comentar acerca de los nombres dados a las lomas cercanas (“Hoehen der Cayetanos” = Loma de los Castillos Morados”, “Kegel des Vanilejo” = Sabana Alta?) voy a citar solamente: “Im Süden zeigte sich in einiger Entfernung die von Schomburkg auf 3140 m. geschaetzte Loma Tina.” Esto quiere decir, en castellano, que en el sur se vió a cierta distancia la Loma Tina, cuya altura ha sido indicada por Schomburg en 3140 metros ¿Cuál será aquella loma que vió Eggers desde el Pico del Valle Nuevo, y la cual en aquellos días se consideraba como La Tina? La única loma que corresponde a la dirección dada por Eggers y la cual vista desde la altura del Pico del Valle Nuevo toma proporciones gigantes, es el Tetero de Mejía, al sur del Río de las Cuevas, y perteneciente al grupo de la Sierra de Ocoa. Aquella montaña fué visitadapor mí en Febrero de 1929, y su altura es de 2600 metros (altímetro corregido; los americanos la llaman “Monte Ocoa”, con una altura de 2625 metros).
Ya el Profesor Urban indicaba que cerca del Pico del Valle Nuevo hay lomas cuya altura se asemeja a la del Pico del Valle. Tiene razón, puesto que la Sabana Alta dista del Pico del Valle Nuevo unos pocos kilómetros, nada más. Ya el día siguiente subí a aquella loma, que casi seguramente puede considerarse como la más alta de la República al Este de La Pelona—Pico del Yaque. La subida es cómoda y la vegetación mucho mejor desarrollada que en las demás montañas altas. La altura (corregida) de esta loma es 2935 metros. Sé que el Dr. Pérez y Miguel Canela estuvieron aquí no hace mucho, aunque no dejaron placa metálica alguna como recuerdo de su visita.
La vegetación de la Sabana Alta es muy distinta a la del Pico del Valle Nuevo, o del Pico del Yaque, debido a la humedad del pinar que cubre la cima. El pino es, como se entiende, el único árbol que se ve aquí, pero hay arbustos tales como: Ilex Tuerckheimii, Garrya Fadyeni, Baccharis myrsinites, Micromeria alpestris ya se acerca a las plantas perennes. Entre las hierbas es muy bien representada la familia de las Compuestas, con Laestadia domingensis, Gnaphalium Eggersii, G. spicatum, G. domingensis, Hieracium Gronovii, Erigeron araneosus, Sonchus oleraceus. Las Gramineas tienen tres representantes: Danthonia domingensis; Agrostis perennans y la todavía no publicada Deschampsia domingensis Ekman; y las Cyperaceas dos, ambas del género Carex, a saber: Carex albolutescens y Carex sp. (la misma que se encuentra en el Pico del Yaque). También los helechos son bastantes numerosos, con Hypolepis Urbani, Histiopteris incisa, Dryopteris paleacea, Pteridium aquilinum, Plagiogyria semicordata. Las Scrophulariaceas son representadas por Tuerckheimocharis domingensis y Linaria canadensis, las Campanulaceas por Siphocampylus igneus y Specularia perfoliata. Las demás plantas de la cima son: Dendropemon pycnophyllus, Stellaria antillana, Euphorbia Eggersii, Viola domingensis, Solanum nigrum y Relbunium hypocarpium.
Al este de la Sabana Alta se destacan unas lomas, más bajas, pero de forma grotesca. Carecen al parecer completamente de vegetación. La más extraña es aquella que se llama “Tres Cerros” por ser formada de tres picos que se alzan hacia el cielo como tres torres negras. Es imposible escalarlos puesto que tienen la superficie tan lisa como la de un obelisco. Siento no haber tenido tiempo para explotar aquellas moles maravillosas. No dejará de haber algunas plantas capaces de agarrarse hasta en aquellos monolitos.
Desde la cima de la Sabana Alta obtuve una buena idea de la topografía de la Región de los Valles. Con la palabra “valle” los monteros de Constanza entienden una sabana húmeda en medio de pinares altos. El pino aborrece el terreno cenagoso, lo que explica la existencia de los valles. Son de interés muy particular para el botánico, puesto que en ellos se encuentra la mayoría de las plantas andino-continentales ya mencionadas. Ví que existen cinco grandes valles sin contar el Valle Nuevo, todos al sur del Río Nizao, que tiene su cabecera entre el Pico del Valle y la Sabana Alta. Los nombres de aquellos valles son: Sabana de la Vuelta, Sabana de la Cruz, Los Vallecitos, Los Flacos y Valle de la Zanja. Esta última se encuentra ya al pié de La Chorriosa, la montaña magnífica que forma el límite oriental de la Región de los Valles, y que quizás rivaliza en altura con la Sabana Alta. No faltan los que en La Chorriosa, o Los Tramojos, como la llaman los constanceros, han querido ver el verdadero Monte Tina.
Junto con el buen Evangelio exploraba durante los días siguientes los contornos del Valle Nuevo. El Profesor Urban ya publicó una lista de las plantas encontradas cerca de aquel lugar clásico (Symb. Ant. IX, p. 21-22, 1923) y aunque yo haya encontrado muchas otras de igual interés no quiero cansar a mis lectores con otra enumeración de nombres latinos. Hecho evidente es que esas plantas no tienen nombres vulgares, puesto que no son conocidas ni por los monteros más inteligentes.
La última excursión que hice desde el Valle Nuevo como base fué al Río Nizao. Salimos para explorar los valles en la dirección de La Chorriosa. A poco rato, después de haber dejado la Sabana de Vuelta, ví serpentear entre los pinares a un río ya considerable, con pozos, que parecían lagunas. Y eso a una altura de 2300 metros! Aquello era irresistible. Había que ver aquellos pozos de cerca aunque nunca llegaría a Los Flacos, lo que era mi idea original. Los pozos eran hondos, de agua purísima y muy fría. Abundan allí ciertas especies del género Potamogeton, por ejemplo, P. pusillus, P. malainus (?) y otras plantas de clima frío. Unos amigos, monteros, me habían asegurado, que en estos pozos se encuentra muy a menudo una clase de patos que no conocían. Yo no los ví, por mala suerte, pero si ví una garza de color azul-claro, grande, como la Ardea herodias. No me atrevo a decir a cuál género pertenezca aquella garza.
Estaba ya de vuelta en Constanza, muy contento con mis colecciones, y siempre encontrando nuevas plantas, cuando un día oí pronunciar espontáneamente la palabra: “Loma Tina”. “Ah”, pensaba, “ya veremos”. Y efectivamente logré saber, que existe todavía otra Loma Tina, pero que esta última es el mismo “Culo de Maco”, una montaña bien conocida, que se levanta entre Río del Medio y Río de las Cuevas. Padre Fuertes llegó hasta su cima, y dice qque tiene una altura de 2225 metros, solamente. De manera que mis pesquizas acerca del misterioso Monte Tina ya podían considerarse como bien cumplidas.
FIN
Notas
[1] Se ha tratado de mantener la ortografía original excepto en muy poquísimos casos que claramente son errores tipográficos. El diagrama se incluye luego de párrafo y no en medio de un párrafo como en la publicación original (José E. Marcano)